A veces necesitamos dar un paso atrás y dejar del lado al mundo para reencontrarnos con nosotros. A veces necesitamos un time-out para pensar las cosas con calma, recuperar el rumbo y recordar quienes somos realmente. A veces son tantas las responsabilidades, la bulla, la rutina, la flojera, el qué dirán, que nos sentimos abrumados y desmotivados y, sin querer, dejamos que pase la vida como una estrella fugaz y se nos escapen oportunidades de oro para ser genuinamente felices. A veces nos olvidamos de que no estamos acá para ser perfectos ni para complacer a todos ni para matar el tiempo haciendo cosas que parecen importantes. A veces necesitamos dormir o simplemente sentarnos a no hacer nada hasta sentirnos mejor. A veces nos sobre-exigimos tanto en el trabajo o en la universidad que nos quedamos sin gasolina para seguir avanzando. A veces lo que necesitamos es despejar la mente y simplemente estar presentes en el aquí y ahora, dejar de forzar tanto las cosas, dejar de querer tener el control sobre todo e intentar ser perfectos 24/7. A veces las cosas simplemente no se dan como nos gustarían y toca dejar ir. Y a veces toca también ser más fuertes y valientes de lo que nos creíamos capaces.
Otras veces la vida parece perfecta y la suerte esta de nuestro lado. Todo sale como lo planeado y no necesitamos hacer el más mínimo esfuerzo para que las cosas fluyan. Pero esta no es la realidad de todos los días y por eso es importante entender que está bien hacer lo que sea necesario para cuidarnos, incluso cuando no tengamos ganas. Y la verdad es que no es muy difícil hacerlo: respirar hondo en medio del caos es suficiente. Tomar aire, salir a caminar, hablar con alguien que nos devuelva la paz y las ganas y nos recuerde la increíble persona que somos (porque a veces nos olvidamos). El tiempo a solas también puede ayudar: leer un libro, escuchar un podcast, escribir, dibujar o solo estar en silencio. A veces la clave esta en permitirnos sentir las emociones en lugar de huir de ellas o crear barreras para bloquearlas. Porque no esta mal sentirnos tristes o cansados o perdidos en algun momento. A veces la mejor cura (una que me funciona siempre) es echarme en el jardín después de correr, poner mi canción favorita a todo volumen y cerrar los ojos para realmente sentir la música, la letra, todo. Es como teletransportarme a un tiempo y espacio mejor que de alguna manera me devuelve la calma.
Y siempre es importante recordar que estamos acá para aprovechar el tiempo y hacer que cada segundo valga la pena. Por eso es esencial de cuando en cuando hacer una pausa y alejarnos de todo. Dedicarnos una hora, un día, una semana, lo que haga falta para rescatar nuestra esencia y recargar energías. Y después todo cambia, casi como magia. Porque después de ese break mental, de esas mini vacaciones, de ese tiempo de calidad que pasamos a solas o con las personas que más queremos, volvemos a ser nosotros. Y llegan las otras veces en las que nos damos cuenta que lo malos ratos no duran para siempre y que están acá para enseñarnos a valorar todos los buenos. Llegan las veces en las que recuperamos todo ese poder, todas esas ganas y todo ese buen ánimo que siempre nos caracteriza. Vuelven las risas, la energía y la productividad. Vuelve una mejor versión de nosotros lista para vivir la siguiente aventura.
¿Se animan a vivirla?
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