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COSAS QUE ME HACEN SENTIR MEJOR CUANDO ESTOY TRISTE


La tristeza se ha vuelto relativamente común este año, al menos para mí, y por primera vez en toda mi vida he aprendido a convivir con ella. No digo que mis días sean grises siempre y que quiera llorar todo el tiempo (aunque a veces, debo admitir, es todo lo que me nace hacer) sino que me han estado pasando una serie de cosas que me bajonean de una u otra manera y creo que es momento de compartirlo con ustedes.

Mientras crecemos, vamos viviendo una serie de experiencias que nos marcan y nos sacan fuera de nuestra zona de confort. Especialmente durante la década de los veintes, estamos expuestas a una infinidad de cambios y retos que constantemente se presentan en nuestro camino y ponen nuestras capacidades a prueba. Podemos intentar verles el lado bueno siempre a las cosas (que es algo en lo que soy experta por ratos) pero al fin y al cabo siempre hay algo dentro nuestro que nos recuerda que también hay un lado malo que nunca pasa desapercibido.

Creo firmemente que la felicidad está sobrevalorada y no muy bien definida. Creo que todas las emociones tienen un mismo valor e impacto en nuestras vidas, por más opuestas que sean. Y creo que intentar verlo todo color rosa es engañarnos a nosotros mismos y no darnos la oportunidad de desarrollar resiliencia, una cualidad esencial para sobrevivir al mundo tan caótico e imprescindible al que nos enfrentamos cada día.




Si bien la tristeza es vista como un estado que deberíamos evitar a toda costa, una señal de que algo anda mal con nosotros y un signo de debilidad emocional, en mi opinión es una de las emociones más importantes y comunes que existen. Todos tenemos permiso, derecho y total libertad de estar tristes y/o bajoneados. Con poco ánimo de hacer las cosas. Con la sensación de que en cualquier momento romperemos en llanto y tendremos que dejar de lado todo lo que estamos haciendo para envolvernos entre mantitas y terminarnos el pote de helado que compramos un par de días preparándonos para ese momento en particular. Y por más incómodo o aterrador que parezca, quiero decirles que es 100% normal, natural, humano y completamente valido sentirnos así.

Lo que no es natural ni normal ni valido es permanecer en ese estado por más tiempo de lo adecuado y para eso es importante hablar con algún psicólogo, psiquiatra o especialista en salud mental. No quiero darles un intervalo de tiempo porque cada uno de nosotros es distinto y también existen varios tipos de depresiones (periodos largos de tiempo sintiéndonos tristes y manifestándolo de distintas maneras). No quiero que se asusten con el termino porque hoy en día es bastante común atravesar por una depresión, me ha pasado, y aunque parece imposible de superar en el momento, es algo que podemos hacer si es que desarrollamos la resiliencia.

He aquí el problema: no lo hemos hecho. No somos lo suficientemente resilientes como para sentirnos capaces de sobrellevar la tristeza porque nunca nos hemos enfrentado a ella realmente. La evadimos. Le damos una connotación negativa. La bloqueamos de nuestra mente y no le damos el espacio que se merece en nuestra vida porque nos asusta el efecto que puede llegar a tener en nosotros. ¿Y saben una cosa? En estas últimas semanas me he sentido mas triste que nunca y, aunque no es nada bonito, he tenido la oportunidad de convivir con mi tristeza y sigo viva.

No me paso nada por llorar. No me morí de pena. No detuve mi proceso de crecimiento personal ni retrocedí los pasos ya avanzados. No intente distraerme con mil cosas para evitarla ni me puse una máscara de “todo está bien por aquí” en un intento de creerme mi propia mentira. En cambio, me puse firme y me arme de valor y la invite a entrar en mi vida y quedarse el tiempo que le sea necesario. Mientras tanto, hice mi mejor esfuerzo por continuar haciendo las cosas que tenía que hacer y me di permiso para no equivocarme o tomarme más tiempo de lo usual haciéndolas o postergándolas para más adelante si no estaban en la cima de la lista de prioridades.

Leí libros de autoayuda que me hicieron reflexionar e intentar encontrar la raíz de mi tristeza (o las raíces) y una a una ir analizándola para ver si es que había algo que podía hacer al respecto o si es que era algo externo y su resolución no dependía de mí. Entonces soltaba el peso que tenía encima y seguía con el siguiente punto hasta tachar cada uno de ellos. Comí más de lo normal porque estar triste me da hambre y luche contra ese sentimiento de autosabotaje que me lleva a terminarme todo el brownie de pena y no de hambre. Hablé con personas con las que pude ser cien por cien honesta y les conté como me sentía y lo que me había pasado. Cada vez que compartía algo que me molestaba me sentía un poco más liviana y me enteraba de que no era la única que se había sentido así alguna vez, que estas cosas pasan, y que esta emoción también pasara.

Así como el mundo cambia constantemente, nuestro estado de ánimo hace lo mismo. Algunos días estamos felices otros tristes otros emocionados otros más cansados de lo habitual otros ansiosos otros preocupados o estresados otros demasiado sensibles y otros completamente seguros de nosotros mismos y dispuestos a comernos al mundo entero de un solo bocado. Y, en lugar de querer que todos los días sean iguales de buenos, productivos y satisfactorios, creo que es saludable tomar las cosas como vengan y darle cara a todo lo que nos pasa y a todo lo que sentimos. Creo que es imprescindible aprender a convivir con nuestras emociones por más incomodas o desafiantes que sean. Creo que está bien estar feliz pero también está bien estar triste. O más bien sentirnos felices o tristes porque podemos tener una vida feliz e igual sentirnos tristes por momentos.


Una emoción no nos define, nos ensena. Nos recuerda que está pasando en nuestro mundo interior y como estamos reaccionando ante ciertos estímulos del mundo exterior. Nos da la oportunidad de aprender y conocernos más y mejor. Nos permite desarrollar mecanismos de superación personal efectivos y crecer en todos los ámbitos de nuestras vidas. Nos devuelve al presente y nos reconecta con nosotros mismos. Nos permite también comprende y conectar con los demás y percibir ciertas características de nuestra personalidad y nuestro entorno. Y con todo esto, lo que quiero decirles, es que la tristeza NO ES MALA. Es parte de la vida, parte del proceso de crecimiento personal, parte de nuestro día a día, parte de todo el combo de emociones que tenemos permitido sentir sanamente. Y por eso, en lugar de corrernos de ella, los invito a hacer las siguientes cosas que de seguro los ayudaran tanto como a mí:

1. Atreverte a sentir. Llora todo lo quieras. Escápate del mundo el tiempo que sea necesario y pasa el tiempo que necesites a solas desconectado de todo lo demás. Moléstate, grita, has berrinche, baile, corre, come, tomate un largo baño escuchando August de Taylor Swift y acábate la botella de vino cuando salgas. Haz lo que tengas que hacer para atreverte a sentir. Darle cara a la emoción es el primer paso para sobrellevarla con éxito.

2. Una vez que hayas botado todo, siéntate en silencio con tu tristeza y entabla una conversación con ella. Parece una locura (lo sé) pero es 100% necesario. Mira el techo mientras conversas en silencio con ella o coge tu laptop o una libreta y empieza a describir exactamente cómo te sientes, cómo estas reaccionando, qué pensamientos/ideas/opiniones tienes en el momento, cuál crees que es la raíz de la emoción y qué pasos debes de seguir para solucionar el problema que tienes en frente.

3. Acepta que es normal y continua con tu vida. Ten paciencia y dale a la tristeza el lugar que se merece. Dale espacio para que conviva contigo el tiempo que sea necesario y suelta el control que crees tener sobre ella. Es humano sentirnos tristes y no pasa nada si nos permitimos convivir con esa emoción. Entiende que no serás igual de productivo o te sentirás igual de motivado que siempre y esto es parte del proceso de superación.

4. Romantiza la tristeza. Ya está contigo y lo peor que puedes hacer es evitarla así que has planes con ella como si fuera tu date.

  • Tal vez te provoca ver Friends mientras comes un brownie recién salido del horno y envolverte entre mantitas mientras cuchareas el bowl.

  • Tal vez quieres salir por un “sad girl walk” en el parque y cogerte un café para llevar mientras escuchas un podcast con el que conectas en ese momento.

  • Tal vez quieres olvidarte del mundo un momento y decides tomar una siesta reparadora.

  • Tal vez quieres pintar, completar un rompecabezas o hacer un collage o algún tipo de manualidad con mixed media.

  • Tal vez te apetece hacer un workout tranquilo, meditar o bailar con Madfit en la pantalla y uno de sus dance workouts con música de los 90’s.

  • Tal vez te provoca leer un libro nuevo o continuar con el que ya has empezado o releer uno que siempre te hace sentir mejor.

  • Tal vez quieres llamar a tu mama y hablar con ella para despejarte, salir con una amiga, visitar a tu novio, hablar con tu hermano, etc.

  • Tal vez quieres apachurrar a tu perro y sacarlo a dar una vuelta…

¡¡¡¡Lo que quieras!!!!


5. Y, por último, déjala ir y quédate con lo que te enseño. No dejes que pase desapercibida pero tampoco te pongas demasiado cómodo con su presencia. Despídete, suelta el control y dale la libertad de irse por su cuenta cuando crea conveniente. Límpiate las lágrimas, cierra tu pantalla, lava tu bowl, ordena tu espacio y dale para adelante que la vida continua. Felicítate por haber llegado hasta este punto y agradécete por atreverte a sentir todo lo que sentiste. Recuerda que no estás solo, que yo también pase por esto y que no es el fin del mundo. Como mi mama siempre dice “te doblaras, pero nunca te romperás” … No estas roto, estas bien y te prometo que todo va a estar bien :)

Espero que te haya gustado este post y nos vemos la próxima semana,

LC.
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