Hace un par de días, tuve la oportunidad de visitar Toledo: una ciudad de cuento. A pesar de que el viaje duro solo media hora desde Madrid, el estar sentada en el tren viendo los paisajes a través de mi ventana me hizo darme cuenta de lo mucho que necesitaba una escapada de la realidad. A veces no hace falta ir muy lejos para desconectarnos de nuestro mundo interior y reconectarnos con el que nos rodea: desde afuera, obtenemos una nueva perspectiva de las cosas.
Por lo general, solemos ser muy autoexigentes: nos comprometemos a cargar mas peso de lo que podemos soportar, nos ponemos metas inalcanzables, sobrepensamos cada cosa que nos ocurre, y nos preocupamos mucho por aquello que no ha pasado aún: y que probablemente nunca pase. Tenemos miedos, dudas, pesadillas, inquietudes, recuerdos no tan gratos, y emociones incomodas que, a veces, no nos sentimos capaces de enfrentar. Hay días en los que simplemente existimos en lugar de vivir: nos convertimos en espectadores de nuestra propia película, en lugar de tomar el papel que realmente nos corresponde: protagonista. Nos acostumbramos a lo fácil: pasar el tiempo inmóviles y completamente absortos por la angustia que nos causa el pensar y preocuparnos de más.
Pero es porque estamos excesivamente enfocados en nosotros mismos y nos olvidamos de que el mundo no gira al rededor nuestro. Y que, los problemas o responsabilidades que nos abruman, no son tan grandes como los hacemos en nuestra cabeza. Basta con traer nuestra consciencia al momento presente, respirar profundo, y percibir el mundo que nos rodea a través de un punto de vista diferente y más cercano a la realidad. Basta con embarcarnos en un pequeño viaje hacia lo desconocido, que nos despierte y nos ubique, de alguna manera. Un viaje que nos devuelva la paz y tranquilidad que resultan de estar situados en el “aquí” y el “ahora”. Basta con escaparnos un buen rato de nuestra rutina diaria, nuestra zona de trabajo o estudio, nuestra mente, y comprar un ticket de tren hacia un nuevo destino.
Cualquier tipo de viaje nos ayuda a aterrizar, y a darnos cuenta de que la vida continua, a pesar de todo. Que la visión que tenemos del mundo y, mas específicamente, de la realidad, es limitada. Y que, pase lo que pase, siempre tendremos la posibilidad de cambiar de aires, recargar energías, darnos una escapadita improvisada, tomar decisiones libres y arriesgadas, conocer y conectar mas a fondo con lugares y experiencias nuevas, y pilotear nuestra vida al estilo de Buzz Lightyear (uno de mis personajes favoritos), apuntando: “Al infinito y mas allá”.
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