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Coincidencias

Writer: lidiacelestettlidiacelestett
Creo firmemente que las casualidades no existen: todo pasa por algo. Hay gente que no cree en el destino, en el timing de las cosas y/o personas, en las distintas perspectivas mediante las cuales se puede observar un mismo hecho. Pero, la verdad es que hay señales por todos lados que no todos somos capaces de ver: una palabra proyectada en un cartel publicitario a mitad de la calle por la que pasas todas las mañanas, un encuentro inesperado con alguien especial de camino al trabajo, un mensaje que llega a tu bandeja de entrada y hace vibrar tu teléfono en plena película, una sorpresa cálida y amorosa en un momento difícil en el que necesitabas un impulso para seguir adelante, una pregunta que se convierte en una conversación reveladora, la canción que suena a todo volumen en el café en donde te sentaste a terminar una tarea, un recuerdo que se te viene a la mente de la nada, una imagen que te marcó de alguna manera, un sueño que te motivó a despertar, un fracaso que termina convirtiéndose en la mejor oportunidad de tu vida, etc.

¿No les pasa que hay cosas que viven y les resultan imposibles de explicar científicamente? ¿Que prefieren guardarse a sí mismos porque la gente puede pensar que están locos por tener una mentalidad tan atípica y trascendental? ¿No han vivido uno de esos momentos en los que solo piensan: “wow”? ó, ¿cómo así?
Vivimos lanzando preguntas al universo y esperando una respuesta concreta y tangible que parece no llegar nunca. Pero nunca nos detenemos un minuto a mirar a nuestro alrededor e intentar encontrarla por nuestros propios medios. Dicen que “el que busca encuentra” pero nosotros en lugar de buscar activamente respuestas, esperamos inmóviles y desesperanzados a que nos lleguen solas. Y ese día nunca llega. O quizás llegó miles de veces y no fuimos capaces de notarlo por nuestra visión limitada de las cosas.
Cuando salí del colegio, tenía una vida estrictamente planeada para mí. Una visión estructurada y limitada de mi futuro. Sabía exactamente qué iba a hacer, cuándo y dónde. O al menos, creí saberlo, hasta que mi vida dio un giro de 180 grados y me hizo cuestionarlo todo. Me sentí perdida, sola y desesperada por mucho tiempo. Creí que las cosas que me pasaban injustamente no tenían sentido alguno a posteriori. Buscaba constantemente a alguien a quien culpar por mis pérdidas o fracasos, y creo que lo peor que pude hacer es culparme a mí.
Con el tiempo entendí que realmente todo pasa por algo: lo bueno y lo malo. Que si no fuera por todo aquello que viví, no sería la persona que soy hoy. Decidí, como dice mi mamá, “darle la vuelta a la tortilla”. Aferrarme únicamente al lado bueno de las cosas y tomar cada obstáculo como una fuente de aprendizaje. Como un rompemuelles en la pista que me obliga a detenerme un instante y repensar las cosas. Revisar si es que estoy yendo por la dirección adecuada o si me hace falta cambiar el Waze. Mirar hacia atrás y celebrar la larga distancia ya recorrida y lo lejos que he llegado hasta ese momento. Eso me motiva a seguir mi recorrido sintiéndome completa, segura, optimista y mejor preparada.
Tengo una fuerza interior que es imposible de negar. Algo que me mueve por dentro, me guía, me impulsa a tomar decisiones y seguir caminos simplemente “porque sí”. No la entiendo al cien por ciento pero, cada vez que me dejo llevar por ella, las cosas me salen sorprendentemente bien. Algunos la llaman intuición. Otros intentan poner excusas racionales o extremadamente irracionales. Cada quien es libre de interpretar esa fuerza interior a su manera. Lo importante es tener la valentía de admitir que existe, que todos la tenemos y atrevernos a seguirla.
Esto implica buscar momentos de silencio y de paz en donde podamos desconectarnos del mundo para reconectar con nosotros mismos y ser capaces de percibirla. A mi a veces me pasa escribiendo, caminando, dibujando, meditando, mientras hago mi workout o mi skincare routine, cuando visito la capilla de mi facultad o pongo un playlist con una mini meditación. También me pasa cuando hablo con algún amigo y me doy cuenta de que sola me voy respondiendo todas las preguntas que le hago, sin darme cuenta. Como si nunca hubiera necesitado de nada ni nadie para tener claridad mental y saber elegir con convicción lo que es mejor para mí.
Creo que estamos muy acostumbrados a depender de la sociedad, las tendencias, estereotipos, experiencias ajenas o pasadas relacionadas a un tema en concreto, en lugar de optar por crear nuestro propio camino por nuestros propios medios. Creo que no nos atrevemos a admitir que estamos aterrados de equivocarnos y fracasar. De malograr todo lo que supuestamente hemos logrado hasta el momento. De retroceder, de alguna forma, en lugar de seguir avanzando. De lo que pueda pensar el resto si no tomamos la decisión acertada o si no avanzamos a la velocidad esperada.
Creo que hay muy poca gente valiente que se desprende del camino “correcto” para seguir el que le hace realmente feliz. Aquel que lo llena y le da un propósito relevante a su vida.
Pienso que hoy en día, ser “diferente” o decir “no” es un acto revolucionario. Que poseer siquiera algo de autenticidad y originalidad es un privilegio. Que romper las reglas del juego no es un acto de rebeldía sino más bien de amor propio. Y que más que buscar alcanzar el éxito superficial y efímero, las personas deberían aprender a quererse y respetarse lo suficiente hasta el punto de buscar reinventarse y reconstruirse las veces que sean necesarias.
Y bueno, todo esto para recordarles que las coincidencias existen. Que las señales están. Que la vida es bella a pesar de todo. Que siempre tenemos la opción de ver el vaso medio lleno. Que tenemos la posibilidad de reinventarnos, empezar de 0, cambiar de dirección, salirnos del molde, ser diferentes y felices. Solo necesitamos un empujoncito. Y, sinceramente, espero que este texto sea el tuyo.


 
 
 

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