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Desinspiración

n. fem. Hecho de perder la inspiración, estado en el que dejan de fluir las ideas.

Así me sentí toda la semana pasada. Y la anterior. Desinspirada. Con muchas ganas de todo y nada a la vez. Sentía que tenia tanto que contarles, pero no me salían las palabras. ¿Se han sentido así alguna vez? ¿Con ganas de gritarle al mundo cómo se sienten, pero sin las fuerzas suficientes como para hacerlo? ¿Desesperados por hablar, pero sin voz? ¿Como en una de esas pesadillas en las que intentas pedir ayuda, pero nadie puede escucharte? Estás atrapado en un bucle de vulnerabilidad, incapaz de salir adelante por ti mismo. Te esfuerzas por escapar, pero es inútil. Bueno, así me sentí toda la semana pasada.
Después de sentarme tantas veces frente a la computadora y empezar a escribir textos sin sentido que no me llevaban a ninguna parte, decidí compartirles lo que realmente siento y pienso. Porque estoy segura de que han pasado por lo mismo alguna vez, o quizás, más de una: un estado de ánimo constante en el que la desinspiración los invade por completo y los deja sin palabras. Sin energía. Sin motivación. Sin fuerzas. Sin ese impulso que los mueve todos los días a crear y hacer cosas que, por más simples o rutinarias que parezcan en el momento, terminan siendo parte de algo grande y sorprendente. Días en los que solo quieren teletransportarse a otra dimensión en donde puedan vivir libres de todas las responsabilidades y tareas que sin querer nos sofocan.
Y optamos por embriagarnos con canciones o películas antiguas que nos permitan viajar en el tiempo y llegar a esa época en donde todo parecía fácil. El mismo instante en el que no teníamos que ser nosotros los encargados de resolver los problemas del día a día, porque no existían. Ahí cuando la vida parecía tan simple, tan tranquila, tan perfecta. No había preocupaciones, expectativas, ni límites de tiempo. No era necesario complacer a nadie, ni si quiera a nosotros mismos que, admitámoslo, somos muy auto-exigentes. Confiábamos ciegamente en el presente y sabíamos enfrentar las cosas a medida que iban llegando. Sin anticiparnos a nada. Sin lamentar nada. Sin aferrarnos a nada. Y creo que esa era la clave para una vida feliz.
Durante todo este tiempo, escuché muchos podcasts motivadores y limpié y ordené todo mi piso para disfrutar de un cambio de ambiente. Salí a caminar con mis amigos para distraerme e intenté llenarme de cosas superficiales para huir de todo lo que estaba sintiendo. No estaba lista para enfrentarme a la desinspiración. También intenté encontrar excusas para librarme del “problema”. Primero culpé al clima, pero la luz del sol me sorprendía todos los días a pesar de estar en pleno invierno. Después culpé al Covid, pero la verdad es que he tenido las mejores ideas estando en cuarentena. Hasta intenté culpar a las hormonas, pero me di cuenta de que era inútil negar lo evidente. Era yo misma la que no me permitía avanzar ni resolver el problema. La solución no era postergarlo o esconderlo, sino más bien, afrontarlo, como se afronta todo lo demás.
Así que eso hice.



Luego de muchos intentos fallidos, acepté que en la vida hay periodos de desinspiración con duración indefinida y en donde tendremos que hacer un extra esfuerzo por seguir adelante y conservar nuestra esencia. Entendí que es natural sentirnos así, desinspirados, porque no somos perfectos y eso es parte de nuestro encanto. Comprendí que a veces nos exigimos más de lo que somos capaces de dar por complacer a otras personas, o por probar un punto inconsistente, dejando de lado nuestra paz mental. Reconocí que, así como hay días en los que somos súper productivos y alegres y todo nos sale bien, también hay días en los que solo queremos poner todo en pausa y tomarnos un tiempo para recobrar energías. Descubrí que todo esto pasa por y para algo y que es fundamental darle a esa desinspiración la atención y cuidados necesarios para superarla con éxito. De lo contrario, seremos sus esclavos para siempre.
Mírenlo de esta manera: tal vez sea una señal para descansar y reponernos. Para re-encontrarnos con nosotros mismos y redefinir nuestras prioridades. Para desconectarnos del mundo y ver la realidad desde una perspectiva distinta. A veces, desde afuera, todo se ve más claro y conciso y eso nos ayuda a tomar mejores decisiones. O tal vez la falta de inspiración sea una advertencia para dejar de sobre-exigirnos tanto y aprender a disfrutar del aquí y ahora en lugar de estresarnos por el pasado o futuro. Es cuestión de cambiar el foco.
Y esta es una parte de mí que también me gustaría compartir con ustedes a través de las redes sociales: la realidad sin filtro. El hecho de que nadie tiene una vida perfecta, aunque así parezcan demostrarlo sus fotos y videos. Creo que todos tenemos la costumbre de publicar únicamente los buenos momentos, aquellos en donde todo parece perfecto y feliz. Y, aunque no tiene nada de malo atesorar esos momentos, es imprescindible advertirle a tu público que esa es solo una cara de la moneda de una vida perfectamente imperfecta, donde si normalizamos lo NORMAL, incluyendo los días grises y fríos, todo estará mejor.
Quiero que la base de nuestra relación sea la confianza y que el tono que usemos para comunicarnos sea siempre transparente. Quiero que cuando me vean, lean o escuchen sientan que están con una amiga. Con alguien REAL, no con una influencer, YouTuber o Instagrammer más, que se dedica a promover inseguridades, estereotipos falsos o estilos de vida imposibles de adoptar. Quiero que me perciban por lo que soy: una persona auténtica que se muestra tal cual es. Con días buenos y malos. Con rachas de inspiración y desinspiración. Pero siempre con ganas de seguir adelante.
Espero que la próxima vez que se sientan así puedan afrontar la situación de otra manera. Espero que la perciban como una oportunidad para descansar y crecer. Espero que regresen a esta entrada y la vuelvan a leer las veces que sea necesaria para sentirse acompañados y sobre todo, NORMALES. Espero que confíen que toda esta desinspiración pasará pronto: es solo un día o semana más de las muchas otras buenas que vendrán. Por eso, hay que tener paciencia y aguantar de pie un ratito más…


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