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El TDAH del 2022 (Un ensayo de clase)

Writer: lidiacelestettlidiacelestett
Este año no sólo experimentamos las incómodas secuelas del Covid-19 sino, también, las de una enfermedad mucho más compleja. No existen vacunas, todavía, que nos protejan. Nos vemos expuestos y vulnerables ante ella cada minuto que pasa y no somos capaces, siquiera, de aceptar que existe. Por ello, nos resulta imposible iniciar un tratamiento adecuado que nos ayude a superarla. Nos negamos a interiorizar que ya estamos contagiados y que la única posible cura está en nuestras manos, pero, ¿seremos capaces de hallarla mientras el mundo entero juega en nuestra contra?
Así es, les hablo del Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (específicamente, la ola del 2022) o, por sus siglas, TDAH. Vamos a utilizar la idea de este trastorno mental importante para explicar lo que nos está pasando hoy en día ya que me resulta bastante similar. La mayoría de nosotros contamos con todos los síntomas a pesar de no estar oficialmente diagnosticados. Me pondré a mi misma como ejemplo con la esperanza de que puedan sentirse identificados con alguna parte de mi descripción:
Tengo 23 años y estoy cursando mi último semestre de grado en la Universidad de Navarra. Estudio Marketing. Tengo un blog de estilo de vida. Me gusta leer, bailar, escribir, hacer deporte, preparar galletas y salir con mis amigos. Vivo con 2 de mis mejores amigas en un piso precioso cerca del campus. Tengo una familia increíble que siempre me apoya y me acompaña durante los buenos y malos momentos. Estoy viviendo mi mejor vida ante los ojos de cualquiera: estudiando fuera, con buenas notas, recursos económicos y planes divertidos. Además, sé que con mis aptitudes y capacidades soy capaz de lograr lo que sea que me proponga en el futuro. Estoy próxima a graduarme y de seguro encontraré algún trabajo ideal para mí. Parece una vida perfecta, ¿verdad?

Pero no. No lo es.
Me levanto cada mañana con un peso en el pecho que no me deja respirar muy bien. Es el peso de todas las responsabilidades y tareas que tengo por hacer durante el día: cortesía de mí misma.
Desde que abro los ojos lo primero que hago es mirar mi teléfono para revisar la hora, el clima, responder mensajes, planear mi día, elegir el podcast que voy a escuchar mientras me preparo para empezar y, sin querer queriendo, se me pasaron 2 horas en las que estuve completamente desconectada de la realidad. De ahí en adelante, no paro ni para descansar. Vivo prendida de las pantallas, las notificaciones y los pensamientos intensos que invaden mi cabeza y me ponen intranquila. Intento estar presente y disfrutar del momento, pero me resulta imposible. Quiero hacer tantas cosas en tan poco tiempo. Corro contra el reloj en una interminable carrera que no me permite estar en paz. Me siento ansiosa, estresada, preocupada, agitada, cansada, confundida, perdida, sola y con miedo. Miedo de no poder hacer las cosas bien. De no poder ponerle un check a todas las tareas que tengo pendientes. De equivocarme y fracasar. De no ser lo suficientemente buena. De no salir nunca de este remolino. Tengo tantas emociones atascadas en mi mente, acumulándose hasta el punto de explotar como lo hace un vaso repleto de agua que se empieza a rebalsar. Y empiezo a llorar y no se de qué. Me siento triste y no sé por qué. Estoy desesperada y no encuentro la razón. Me echo una siesta porque mi mente se bloquea y es incapaz de seguir funcionando por más que me esfuerce. Necesito un descanso, un viaje, un break de la vida y de mí misma. No puedo más.
Esto me pasa de lunes a viernes, por costumbre.
Y es que nunca me permití sentir. Nunca hice un alto a lo largo de mi semana para procesar todo lo que me estaba pasando, tanto interna como externamente. Vivo apurada y eso no es vivir. No sé cuando fue la última vez en la que me sentí relajada, satisfecha, realizada. Estoy persiguiendo una meta que se vuelve cada vez más lejana y, mientras que lo hago, yo me vuelvo más vacía.
Y más vieja.
Llega la noche y no puedo dormir. Estoy dando vueltas en mi cama y, a pesar de sentirme cansada, mi mente sigue trabajando. No puedo quedarme quieta sin hacer nada: tengo que hacer cosas, tengo que seguir moviéndome, tengo que terminar con todo. Rápido. Ya. Si no, me desconcentro. Si no, pierdo el ritmo. Si no, lo pierdo todo.
Y este es un ejemplo perfecto de cómo el TDAH del 2022 me afecta como persona. Me vuelve hiperactiva. Impaciente. Incapaz de estar enfocada en una sola cosa o tarea. Me aburre no hacer nada. Y me desespera tener que hacerlo todo. La tecnología contribuye con este diagnóstico. Los estereotipos y el marketing de masas también. Los paradigmas de la sociedad. La presión de la universidad y del trabajo. La poca importancia que le damos a nuestra salud mental, al presente y a nosotros mismos. La rutina sobrevalorada. La falta de propósito: sabemos por qué hacemos las cosas, pero no para qué. Y, después, terminamos esperando en el consultorio del psicólogo o psiquiatra nuestro turno, con la esperanza de que alguien nos ayude, escuche, recomiende algún taller de mindfulness y recete Fluoxetina de 20mg para poder continuar con nuestra tan explosiva vida.
¿No sería más simple si tan solo nos atreviésemos a pensar? ¿A sentir? ¿A escribir lo que llevamos dentro? ¿A desahogarnos? ¿No seria una solución mucho más viable y económica dejar ir la necesidad de ser perfectos? o mejor aun, ¿la de ser uno más?
¿Qué pasaría si tan solo un día nos lo dedicásemos a nosotros mismos? ¿A perdonar nuestros errores y hacer las paces con nuestros fantasmas internos? ¿Qué ocurriría si, de un momento a otro, decidiésemos que somos merecedores de unas buenas noches? ¿De una vida libre de calificaciones?

¿De paz? ¿De curarnos, finalmente, del TDAH impuesto por nosotros mismos?
Ojalá descubrirlo pronto. Descifrar la cura.
Los síntomas, al menos, ya los tenemos claros.

 
 
 

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