“El valiente no es quien no siente miedo, sino aquel que conquista ese miedo” — Nelson Mandela
Estoy a punto de publicar mi primera entrada en este Blog y me entra una sensación de angustia e incertidumbre profunda que se apodera completamente de mí. De pronto siento como si estuviera congelada y mi dedo fuera incapaz de presionar el botón de “enviar”. Sé que probablemente no sea la única persona que se identifique con todo lo que estoy a punto de compartir (Al final del día, ese es mi propósito: motivar, inspirar y aportarles algo positivo y valioso a las personas que se identifiquen con mi contenido, para que puedan vivir más felices y alcanzar todas las metas que se propongan en el camino).
Pero no puedo evitar sentir miedo porque de alguna manera, a partir de este preciso momento, me estoy exponiendo una vez más al mundo, a las críticas, opiniones y reacciones de los demás, sobre las cuales no tengo control alguno. Con tan solo un click, estoy dándoles a todos permiso para leerme, conocerme y juzgarme y, por ello, es inevitable sentir miedo. Pero este miedo en particular, no es del todo malo. Si lo veo desde otra perspectiva, es un miedo que actúa como impulso y se asemeja mucho a aquel que sentí la primera vez que subí un video a mi canal de YouTube, o la primera vez que compartí una foto en Instagram con mi perfil en público, o la primera vez que publiqué un post en mi Blog en Wixsite 3 años atrás, cuando decidí emprender este viaje de crecimiento personal.
A pesar de que parece ser un miedo paralizante, les juro que con el tiempo y la experiencia le agarré cariño y ahora tenemos una relación importante. Él me avisa cuando estoy a punto de hacer una locura (pero de las buenas), de dar un paso más hacia adelante que me acerque a la meta final y de superarme a mí misma. Yo le recuerdo que nací para eso: para lanzarme al abismo del qué dirán sin arrepentimientos ni dudas, para probarme a mi misma vez tras vez que soy capaz de lograr más cosas de lo que imagino, para disfrutar de ese sentimiento de satisfacción y logro personal que surge una vez que me animo a salir de mi zona de confort.
Creo genuinamente que estoy acá para equivocarme y aprender, para caerme y levantarme, para atreverme a experimentar cosas nuevas y distintas que, de alguna manera, me aporten valor y me hagan crecer. Para mí, esa es la única forma de vivir dignamente: aprovechando todas las oportunidades que se nos presentan en el camino. Y esa mentalidad es la clave para afrontar todo este miedo que hoy siento y con el que convivo constantemente en mi día a día. Así que, sin más preámbulo, tomo aire profundo y me mando con este primer post. Porque soy una fiel creyente de que es ahora o nunca. Porque no estoy dispuesta a perder ni un segundo más sobrepensando las cosas o dudando de mí. Porque lo peor que puede pasar es que nadie lo lea o que a nadie le guste y eso no va a cambiar lo bien que la pasé escribiéndolo y la diminuta posibilidad que tengo de ayudar a alguien en alguna parte del mundo a mirar al miedo a los ojos de la misma manera que lo hago yo: dispuesta a colaborar con él y a sacarle máximo provecho sin sentirse intimidada.
Creo que sin pensarlo ya lo dije todo. Cada día que pasa, intento de alguna manera transmitirles a través de las redes sociales la idea de que el miedo es natural y tenemos que aprender a verle el lado positivo y a convivir con él sanamente. Porque, aunque no lo creamos, tiene muchas cosas buenas que aportarnos. El miedo desemboca al fin y al cabo en un instinto protector que es propio de uno mismo y nos ayuda a sobrevivir. El miedo es el que nos da ese pinchazo en el brazo, el que nos recuerda que estamos despiertos y vivos y que somos capaces de sentir. El miedo nos avisa que estamos a punto de salir de nuestra zona de confort, que estamos a punto de crecer, de arriesgarnos a ganar o perder. Y vivir sin miedo es imposible. No duraríamos ni un solo minuto. Las cosas perderían su valor y yo perdería las ganas de seguir creando este tipo de contenido porque no lo sentiría importante ni necesario. ¿Y tú? ¿Sabes cómo te afectaría vivir sin miedo?
Todos sentimos miedo y los mensajes en Instagram que recibo constantemente son prueba de eso. Sentimos miedo al aplicar a una universidad o puesto de trabajo importante. Sentimos miedo al elegir qué carrera estudiar porque no queremos equivocarnos y malograr nuestras vidas para siempre pero tampoco queremos decepcionar a nuestros padres ni desaprovechar el talento que tenemos para hacer ciertas cosas con pasión. Sentimos miedo a no ser lo suficientemente buenos. A fracasar. Pero también, sentimos miedo a no intentarlo y quedarnos con la intriga del “qué hubiera sido si” por el resto de nuestras vidas. Sentimos miedo al qué dirán, a las opiniones y críticas de la gente, a las etiquetas, burlas o cambios de actitudes a raíz de lo que hacemos o decimos en un momento determinado. Pero también sentimos miedo a ser uno más del montón y a desperdiciar oportunidades que se nos presentan para ser auténticos y darnos a conocer sin filtro ni efectos especiales. Sentimos miedo a los cambios, a aquello que no podemos controlar y se nos escapa de las manos: al futuro, la muerte, la pandemia, etc. Incluso algunos sentimos miedo ante el miedo y muchos psicólogos llaman a este fenómeno ansiedad. En fin, sea cual será la razón o la forma de manifestarse, el miedo existe y convive con nosotros 24/7. Así que, ¿por qué no empezar a cultivar una relación sana con él en lugar de verlo como una amenaza? Total, la manera de ver las cosas SIEMPRE depende de nosotros.
Muchas personas me preguntan cómo hago para no tener miedo a exponerme al mundo y perseguir mis sueños y yo les respondo que si no tuviera miedo probablemente no estarían leyendo estas líneas . No grabaría videos, no tomaría fotos, no subiría stories ni posts como este. Nunca nos hubiéramos conocido. No sentiría absolutamente nada al emprender un proyecto, ni haría nada que me acerque a mis metas en mi día a día. Nada valdría la pena o, mejor dicho, la vida se volvería muy fácil y aburrida. Perdería esa chispa que me mueve cada día y me empuja a seguir creando, seguir arriesgándome, seguir descubriéndome con cada paso que doy. Todos los días me levanto con miedo, pero feliz, y me acuesto con miedo, pero feliz, porque el miedo es mi fiel compañero y está conmigo en las buenas y en las malas, literalmente. ¿No les ha pasado que en un momento están tan pero tan felices que sienten miedo a que algo malo suceda y arruine toda esa felicidad? A mí sí. Muchas veces. Pero luego me recuerdo a mí misma que el miedo nunca se fue y que a pesar de su presencia pude ser plenamente feliz y disfrutar de la vida al máximo. Por esa misma razón, en lugar de escondernos de él cada vez que viene a saludar, tenemos que aprovecharlo y a utilizarlo como una herramienta básica para crear, sentir y vivir plenamente.
Hay que recordarnos una y otra vez que el miedo es algo NORMAL, que a TODOS nos pasa y que si esta aquí es por ALGO, ya sea para protegernos de algún peligro o para avisarnos que estamos emprendiendo algo grande y poderoso y que debemos aprovecharlo. Así que solo nos queda decirle: gracias y adelante (a ver hasta dónde me llevas ahora).
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