Necesitaba tanto esto: solo respirar. Moverme a un lado de la fila inmóvil e interminable que parecía estar frente a mí.
No sé cómo explicar lo que sentía, pero era algo así como una sensación sofocante y abrumadora. Como cuando experimentas una pérdida de paciencia explosiva sin saber exactamente qué estas esperando. Un sinsentido que te produce falta de aire y ansiedad.
Como cuando quieres decir: basta, yo me merezco algo mejor. Pero no tienes voz.
Como cuando te sientes mal y no sabes por qué. Simplemente te sientes así y punto. Y, al final, descubres que lo único que necesitabas era respirar. Quedarte quieta en el momento, congelada, y con la mente en blanco. Absorber todo el entorno que te rodea y sentir el suelo bajo tus pies. Adquirir una visión holística del presente tomando en cuenta que, no todo es lo que parece. Llenarte de aire, de energía, y de paz. Intentar disfrutar de la espera en lugar de querer apurarlo todo. Dejar de correr, si te sientes agitada. Pararte a respirar y ya, aunque parezca una tarea imposible de realizar.
Cuando muchas cosas se juntan, sentimos que perdemos el control. Nos vemos obligados a hacerlo todo: marcar con un check cada cuadradito, tachar todas las tareas que tenemos pendientes. Y los todos los planes. Y las expectativas especificas e irreales que tenemos del futuro. Y las penas del pasado que, al final del día, nos terminan consumiendo por completo.
Estar en tantos lugares a la vez no es tarea fácil. En realidad, es humanamente imposible y, sin embargo, nos creemos capaces de hacerlo. Nos olvidamos que, para ser superhéroes y poder salvar al mundo, primero debemos salvarnos a nosotros mismos.
¿Será que la sensación de agobio es como un reloj despertador? La alarma que tanto necesitábamos para regresar a la vida. ¿Será que la sofocación interior es como un cartel de “pare”? Ese rojo que ven los autos en los cruces peatonales. ¿Será que respirar es la clave de todo? La respuesta que tanto buscábamos sin éxito ni descanso. ¿Será que todo es mucho más fácil de lo que creemos, pero estamos tan acostumbrados a lo difícil que nos cuesta creerlo?
Y que no vale la pena competir sin haber entrenado antes, o, peor aun, sin conocer la meta.
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